martes, 14 de junio de 2011

Entrevista a un Nobel. Mario Vargas LLosa

(...)¿Qué te parece el escenario que se ha gestado en la Puerta del Sol durante las pasadas elecciones? ¿Qué opinas de los ´indignados`?
Pues, mira, Carmen, me parece un fenómeno muy comprensible. Es terrible para estos jóvenes, muchachos y muchachas, haber hecho enormes sacrificios para sacar adelante una carrera, para aprender una profesión. Ellos se han sacrificado y tienen un título, pero no trabajo. A veces pasan años y no encuentran un trabajo digno. Es comprensible que estén indignados. Lo que no sé es si la protesta está bien dirigida. Yo no creo que la democracia sea la culpable. En un primer momento parecía que iban contra ella. Decían que no se debía votar. A mí me parece que apartarse del sistema es algo muy peligroso, sobre todo en un país que ha salido de 40 años de dictadura. Los españoles tienen algo precioso, que es el sistema democrático. Permite elegir y cambiar gobiernos pacíficamente. España tiene el derecho de criticar porque hay libertad de expresión. Aquí hay defensa de los derechos humanos, una legalidad. Todo eso es precioso. Y se puede mejorar. Pero apartarse de eso sería un error gravísimo. De todas formas, repito que hay una razón para la indignación. ¿Cómo no vamos a entenderlo?

¿Dirías que hay alguna relación entre lo que ha pasado aquí y lo ocurrido en Oriente Medio?   Tal vez. Lo de Oriente Medio ha sido un movimiento popular de rechazo a unas satrapías corrompidas que hacen una declaración obscena de riqueza mientras los pueblos se mueren de hambre. Allí la protesta está muy bien encaminada hacia gobiernos que son dictatoriales, que son corruptos. Creo que es una maravilla que sobre todo Occidente debería celebrar. Precisamente, son los valores occidentales los que de pronto ´resucitan` allí en Oriente Medio. Están pidiendo libertad, democracia, gobiernos civiles, elegidos... Cultura occidental, cultura democrática, al fin y al cabo.

¿Qué papel tiene que jugar la mujer en esta revolución?
Este movimiento de liberación, sobre todo en países árabes, debería servir para que la mujer vaya siendo reconocida en sus derechos. Es la cultura donde está más discriminada. En este movimiento de liberación, las mujeres han participado de una manera muy activa, sobre todo en Túnez. Hay que esperar que esos derechos humanos se reconozcan. Si se establece una democracia, eso va a ser inevitable. Va a venir solo, aunque haya todavía muchos prejuicios hacia la mujer, principalmente religiosos, en el mundo musulmán.

Hablemos del papel de las mujeres en el Primer Mundo. ¿Qué opinas de las cuotas?
En principio, yo estoy en contra de las cuotas. Las cuotas son muy peligrosas. Pienso, además, que las mujeres no quieren ser reconocidas de esta manera impositiva, sino creando unas condiciones en las cuales puedan competir de igual a igual con los varones. El sistema de cuotas en las universidades, por ejemplo, no ha dado buen resultado... Eso está clarísimo.

¿De qué me estás hablando?
Pues de imponer cuotas para que las mujeres, aunque tengan notas inferiores a las de los varones, puedan acceder a la universidad. Eso es una realidad. Ha ocurrido en Estados Unidos. A partir de los años 60 se intentó y no ha dado resultado. En muchas universidades se ha tenido que dar marcha atrás.

¿No tendríamos que ser nosotras las que demos ese paso que nos falta para que la igualdad sea una realidad?
En ese sentido, estoy completamente de acuerdo con las tesis de Simone de Beauvoir. Ella decía que muchas veces las mujeres quieren ser mujeres para ser discriminadas. Es decir, en la discriminación muchas mujeres encuentran algún tipo de comodidad. Eso escribió ella. Y hay todavía mujeres que quieren, de alguna manera, exonerarse ellas mismas de la incomodidad que significa ser independiente, libre e igual que los demás.

Estoy de acuerdo contigo.
Pero ese es un fenómeno que está en marcha. La igualdad está en marcha. Lo que requiere es que la exigencia venga desde arriba y no desde abajo. Y, sobre todo, que llegue a través de la participación.

Sin embargo, la figura de la mujer que últimamente más se ve regresa a esa mujer subordinada. Pienso en Michelle Obama, una gran profesional que ahora se ha de fotografiar haciendo tartas de manzana. O Carla Bruni, quien tiene que ir tres pasitos por detrás de Nicolas Sarkozy.
Pero ahí tienes, por otro lado, a la señora Angela Merkel. Ahí está. Ha llegado sola hasta ahí, venciendo todos los obstáculos. Se ha ganado el respeto de todo el mundo. Yo ni siquiera sé si tiene un marido la señora Merkel [sonríe]. ¿Tiene marido? Nadie lo sabe. No sabemos qué hace el marido de la señora Merkel. Cuando yo vivía en Inglaterra, estaba en el poder la señora Thatcher. Su marido era un oscuro personaje, parece que un buen director de una fábrica, pero no figuraba para nada. Yo creo que son casos que muestran cómo en un campo que estaba tan masculinizado como la política se han roto muchas barreras, y las mujeres van ganando el derecho de igualdad.
Cambiemos de tema. A mí me da la sensación desde siempre de que tú, Mario, eres un hombre muy generoso con tu tiempo.
¡Pero si no tengo tiempo para nada! ¡Ando últimamente agobiado de acá para allá! ¡Sin tiempo para hacer nada! Lo que pasa es que formar parte de este tipo de causas es una de las cosas que más dulcifica y que más me recompensa, precisamente, de esa falta de tiempo que me agobia desde que me dieron el Nobel.

Recuerdo que, hablando en una ocasión con Octavio Paz sobre este mismo tema, me decía que había comprobado, tras conseguirlo, que se había convertido en una especie de liberación. A partir de entonces empezó en cierta medida a poder relajarse.
El premio Nobel es una especie de catarata que te cae encima de golpe. Llegan, de pronto, un sinnúmero de obligaciones y compromisos. Vives a partir de entonces sometido a una situación que es terrible. En mi caso, por primera vez en la vida, ha hecho volar en pedazos mis horarios de trabajo, algo que yo respetaba de un modo casi piadoso. He tenido que andar desde entonces trabajando a salto de mata porque me dijeron que las obligaciones relacionadas con el premio no se podían evitar. ¡Así que estoy tratando de sobrevivir al premio Nobel de Literatura! [sonríe]. Esa es la verdad.

De todas formas, insisto en la idea de que me pareces muy generoso con tu tiempo.
Sí, bueno. Pero no saber decir ´no` tiene más inconvenientes que ventajas en la vida [sonríe, irónico].

Hablemos de Latinoamérica. Me da la impresión de que, mientras aquí en Europa todo el mundo está decaído, deprimido y triste, con una sensación de derrota a causa de la crisis, es como si allí todo fuese esperanza. Es como si al fin fuésemos a dejar de ser el continente del futuro para empezar a serlo del presente.
 
Para algunos países creo que lo que dices es verdad. Algunos están avanzando. Eso hay que reconocerlo. El mismo Perú en los últimos diez años ha progresado mucho económicamente y ha funcionado la democracia, aunque lo haya hecho de un modo imperfecto, como es lógico. Es difícil conseguir la democracia perfecta. Después hay otros como Chile, por ejemplo, que están avanzando no solamente desde el punto económico, sino también social. Se ha reducido la pobreza muchísimo. Es algo interesante. Ocurre también en Uruguay y en Brasil.
Lo que ha ocurrido en Brasil con Lula es algo que se debe tener en muy cuenta, ¿no crees?
Así es. Y lo más curioso es que Lula ha actuado en el poder con una absoluta moderación. Y no solo eso, sino que aceptó cosas que antes eran totalmente incompatibles con la izquierda, como, por ejemplo, la economía de mercado. Lula emprendió reformas de tipo liberal que antes la izquierda odiaba. Es curioso. Digamos que ha seguido un poco el ejemplo de lo que ha sucedido en la Unión Europea o con el socialismo en España. No podemos olvidar que Lula comenzó siendo muy radical y se ha convertido en un socialdemócrata. Eso ha dado un gran empuje a su país.

Hablemos del tuyo. ¿Qué panorama político le espera a Perú después de las elecciones?
Yo tomé desde el principio una clara posición al respecto. Defendí la candidatura de Ollanta Humala porque pensé que sería gravísimo para el Perú que ganara la señora Keiko Fujimori, lo que a mi juicio equivaldría a una legitimización de los años de la dictadura de su padre, con la que ella estuvo totalmente identificada. Por otro lado, siempre he esperado que Ollanta Humala haya moderado su mensaje y se haya apartado del modelo de Chávez que defendió antes; que se haya acercado más al modelo de Lula en Brasil.

¿Crees que Humala vendría a ser el mal menor para Perú?
Sí. Lo has definido bien, Carmen. Sería el mal menor para mi país.

Mario, voy a hacerte una pregunta que siempre se hace a las escritoras y nunca he visto hacer a los escritores.
[Sorprendido] ¿Cuál es?

¿Tú crees que existe una literatura femenina?
[Rotundo] No. No lo creo. Es que yo creo que la idea de la mujer o del hombre no es una categoría esencial. Hay hombres y hay mujeres, pero no son idénticos. Es más, mi experiencia me dice que son bastante diferentes entre sí. Puede haber una cierta sensibilidad en la mujer que tiene que ver con su propia experiencia de género. Las mujeres son capaces de describir esa experiencia mejor en la literatura. Pero, al final, todos escribimos de la misma manera. Hay heroínas extraordinarias descritas por hombres, como también hay personajes masculinos escritos por mujeres que son absolutamente seductores y fascinantes. No creo que el género marque ningún tipo de sensibilidad colectiva; al contrario. En literatura lo que hay es una variedad extraordinaria que demuestra esa riquísima matización en los individuos.

En tu caso, ¿has vuelto a sentarte a escribir tras la resaca del Nobel?
Sí, sorprendentemente sí que lo he hecho. Aunque aún sigo defendiéndome de periodistas y de entrevistas como esta tuya [sonríe, irónico]. Hay un ensayo que ya llevo muy avanzado. Se llama La civilización del espectáculo y trata sobre la cultura en nuestro tiempo. Es una cosa que comencé hace ya bastante tiempo y he ido rehaciendo. Es ese libro que espero terminar este año.

Acabamos ya. Pero no me gustaría hacerlo sin que me des un motivo para la esperanza.
¡Hombre, España está pasando una crisis muy seria! Pero la he visto transformarse de una manera muy seria en los últimos 30 años. Es el país que se ha transformado para mejor más rápido y más profundamente que ningún otro en este tiempo. Ha sido una historia feliz en los tiempos modernos. Era un país pobre y se volvió próspero. Era una dictadura y se convirtió en una democracia moderna y funcional. Era un país cerrado sobre sí mismo y hoy está absolutamente abierto al mundo. Un país de extremos donde había una riqueza muy concentrada y una pobreza muy extendida y hoy en día es un país de clase media, es un país muy europeo. Además, España ha avanzado tremendamente en cuanto a la modernización de su industria, de sus finanzas, de sus profesionales. La crisis lo ha golpeado más que a otros países por una mala política. Eso es evidente. Pero eso se puede corregir haciendo una buena política. No a largo plazo, sino a corto plazo yo creo que España va a superar la crisis. Además, su integración en Europa ha sido fundamental. No le permite salirse de ciertos límites y eso ha sido buenísimo para su economía. No hay razón para desesperarse. Tenemos que ser optimistas.