jueves, 2 de diciembre de 2010

Relojes, piezas de museo



Aunque lo primero que nos atrae de un reloj es su apariencia, los entendidos van siempre más allá de la pura estética y es en la complicación donde buscan su pieza. Imitarlos es fácil. Por ello, se busca que la pieza albergue al menos un calendario perpetuo, fases lunares, gran o pequeña sonería, cronógrafo, tourbillon... La hora ya no es el objetivo final del reloj: si, además, contrarresta los efectos de la gravedad terrestre, le regala al oído una agradable sonería y es una pieza de elegancia exquisita, el objetivo está cumplido.
El Hybris Mechanica à Grande Sonnerie, de Jaeger-LeCoultre, con 26 complicaciones, es uno de los relojes más singulares del mundo y se vende en un cofre junto con otras dos piezas con un precio que supera los dos millones de euros. 
Las horas empleadas en crear cada pieza también dan una idea de su valor: 540 tarda el maestro relojero en producir la versión esqueleto de uno de los últimos modelos de Omega, el Skeleton Central Tourbillon Co-Axial Platinum. 
Pero si, queremos darle ese toque que lo haga aún más único, podemos imprimir la huella dactilar sobre la esfera del reloj.Nunca podrán dudar de quién es el propietario.

Rolex 
El movimiento -la maquinaria que hace que el reloj funcione- es desarrollado y fabricado en su totalidad por la marca fundada en 1905 por Hans Wilsdorf. 
Su obcecación los ha llevado a intentar que todos los componentes sean fabricados por ellos mismos. Hasta un simple eslabón. 
Cómo se fabrica la caja o el brazalete del mismo. En su origen son unas barras de diferentes grosores que, en un primer paso, se troquelan con la forma de la pieza. Ése es el principio para una inmensa mayoría; para Rolex, no. En el caso del oro, el cobre, la plata o el platino hay un paso previo: la fundición en sus instalaciones de los metales para fabricar las piezas. Sólo el acero se compra. De esta forma, la calidad está controlada, pero, además, permite crear aleaciones exclusivas como el Everose. De esta última, sólo sabemos que es una combinación de oro rosa con un porcentaje determinado de platino.

Complejidad. El bisel es de cerámica que ha pasado tres veces por el horno. Al principio es una mezcla de óxido de circonio -un material duro, situado entre el acero y el diamante, resistente a la corrosión-, pigmento y material plástico que va desapareciendo con las altas temperaturas. Antes de ser pulido, se baña con una capa muy fina de oro que, tras el pulido, dibuja los números. Otros datos: se necesitan 30 horas para su fabricación, y su color -negro, azul o verde- no se altera con los rayos ultravioletas.



Ensamblaje. Es la operación más delicada, donde se juega el prestigio de la marca. Consta de una decena de maniobras realizadas totalmente a mano.
Operarios con apariencia de científicos en un espacio limpio, limpio más allá del algodón. Todos los protocolos están creados para prohibir la entrada a una simple mota de polvo. Una partícula, en esta fase, puede convertirse en el gran enemigo del reloj. Todo ha de estar bajo control, hasta la humedad está controlada. Debe ser de entre un 45 y un 50 por ciento; ni más ni menos. Antes de la colocación de la pulsera,cada caja Rolex se somete a una serie de pruebas extremas. Un ejemplo: para probar y garantizar la hermeticidad, pasan por cubas de agua destilada durante cinco minutos. Retirados del agua, se secan y se llevan a 60 grados. En este momento se deja caer una gota a una temperatura de 5 ºC sobre el cristal y con el choque de temperaturas, si el reloj no fuera hermético, se condensaría. Uno de cada mil no supera la prueba. Se retira y se vuelve a ensamblar. Todos los relojes que puede fabricar Rolex en un año pasan obligatoriamente por este exhaustivo proceso que mide la hermeticidad, pero también la precisión.