miércoles, 12 de mayo de 2010

Gintonic Perfecto

Elaboración:


Se sirven los hielos en la copa, aproximadamente unos 5 o 6 (va a depender del tamaño de los mismos) y se mueven para enfriar las paredes de la copa. Si los hielos no estuvieran muy fríos (algo terrible), hay que desechar el agua de los mismos.

Se sirve la ginebra, la cantidad va a depender del tipo de ginebra y del momento en el que se vaya a consumir, por ejemplo para tomarlo de aperitivo hay que echar unos 2 cl, si lo vamos a tomar después de una comida, mi recomendación es servir de 4 o 5 cl, nunca más, pues estamos ante un cocktail de trago largo, que debe ser suave.

Se corta en vertical una rodaja grande de la cáscara del limón (incluido lo blanco pero evitando la pulpa) y se produce el momento más emocionante de la preparación, se gira la piel del limón hacia los hielos, mientras vemos como cae el perfume del GT. Desechamos ese trozo de cáscara y cortamos finamente, con un cuchillo de punta, otro trozo de la piel del limón -en esta ocasión evitando la parte blanca que tiene un indeseable sabor amargo- y se lo añadimos a la copa. Removemos para que se impregne la ginebra con el perfume y con la cáscara que hemos añadido.

Después, servimos la tónica inclinando la copa, y deslizándola muy lentamente sobre el hielo para no perder las sutiles burbujas.

El Gin Tonic está listo.

Algunos consejos, que por obvios, no hay que dejar de decir:

La ginebra tiene que estar en el congelador.

La tónica ha de estar en la nevera (importantísimo para la futura permanencia de la burbuja).

Nunca hay que echarle limón exprimido ya que mata el gas carbónico de la tónica.

El vaso de tubo queda determinadamente prohibido, derogado.


Observación:

Un hielo de calidad evita la resaca. “La gente siempre
lo achaca a un mal alcohol”.
Si cuando preparamos una long drink utilizamos
hielos de color blanquecino, que no son compactos,
se deshacen más rápidamente, ayudados por
la fuerza del gas del refresco. Esto hace que las
sales -que le dan esa opacidad- se conviertan en
pequeños alfileres que se deslizan a gran velocidad
por el torrente circulatorio y se clavan en
nuestras neuronas dejándolas laceradas, provocándonos
ese dolor de cabeza tan nefasto.