martes, 30 de noviembre de 2010

Vida en el Útero Materno




¿Qué nos hace ser como somos? ¿Cómo es que algunos tienen predisposición al sobrepeso, a la ansiedad o al asma, mientras otros a los ataques al corazón, a la diabetes o a tener alta la presión arterial? Una respuesta convencional se quedaría con los argumentos de siempre: los genes son los culpables de todo, además de las experiencias y la educación de nuestra infancia y el estilo de vida que adoptamos como adultos, pero, según un gran número de especialistas en embriología, hay otra poderosa fuente de influencia que no puede pasarse por alto: nuestra vida como fetos.

Los aspectos que nos influyen en esa etapa anterior al parto son innumerables. Por ejemplo, según demostró el médico británico David Barker hace ya dos décadas, los bebés que nacen bajos de peso -a menudo una indicación de la mala nutrición prenatal- tienen más posibilidades de sufrir enfermedades cardiacas en la edad madura. ¿La razón? Frente a un suministro insuficiente de alimentos, el feto desvía nutrientes al cerebro, su órgano más importante, mientras escatima en otras partes de su cuerpo, una deuda que, para Barker, pagará décadas más tarde el corazón.
Otro estudio clave fue el de la doctora Frederica Perera, directora del Centro de Salud Ambiental Infantil en la Universidad de Columbia. Perera buscaba vínculos entre la contaminación ambiental y el cáncer en adultos.Desde entonces, ella y muchos otros han vinculado la exposición a la contaminación atmosférica derivada del tráfico durante el embarazo a una serie de resultados adversos del nacimiento, incluyendo el parto prematuro, el bajo peso al nacer y las malformaciones del corazón.



Matronas, abuelas y gurús new age llevan años diciendo que madre y feto están unidos física y emocionalmente, pero gracias al Informe científico sobre la comunicación maternofilial en el embarazo, dirigido por la catedrática de Bioquímica Natalia López Moratalla, de la Universidad de Navarra, y al libro Adapted from Origins, de Annie Murphy Paul, al que la revista Time dedicó hace poco su portada, podemos acercarnos científicamente a este tópico. La investigación de la doctora López Moratalla demuestra que el proceso biológico natural del embarazo reduce el estrés en la mujer al desactivar la hormona cortisol, mientras aumenta la confianza gracias a que libera oxitocina.

Hay muchos estudios centrados en el estrés de la madre durante la gestación y se ha comprobado que cuando se estresa a los animales gestantes se afecta considerablemente al feto.. La naturaleza prepara con gran cuidado los vínculos maternofiliales -explica López Moratalla- con el fin de sacar adelante a las crías. El útero de la hembra no es un mero órgano, es el hábitat natural que permite el ajuste perfecto de los instintos de su especie. Todo lo que ocurre en la madre gestante, lo que libera su cuerpo en las diversas circunstancias, influye en el cuerpo del hijo, y lo que es estímulo positivo o negativo para su cerebro influye también en su sistema nervioso.

Desde la psiquiatría, en la Universidad de Columbia, en Nueva York, la doctora Catherine Monk investiga la hipótesis de que el estado mental de una mujer embarazada pueda ser determinante en la psique de su descendencia. Se sometió a mujeres embarazadas  a difíciles ejercicios mentales mientras estaban conectadas a dispositivos que miden la tasa de su respiración, frecuencia cardiaca, presión arterial y la excitación del sistema nervioso, así como los movimientos y el corazón de los fetos. Al parecer, todas las mujeres muestran signos fisiológicos de estrés en respuesta a las pruebas, pero sólo los fetos de las mujeres deprimidas o ansiosas muestran alteraciones.


La revolución es imparable. Cuanto más se sabe sobre la vida intrauterina, más conscientes son las madres gestantes sobre la importancia de lo que comen, viven, sienten y respiran durante el embarazo.


Hoy, las embarazadas son casi acosadas con los peligros de la toxoplasmosis y del anisakis. Se les dice que «no coman esto ni aquello y que estén siempre vigilantes, pero relajadas». No es fácil y algunas madres se sienten presionadas y culpables porque no pueden dejar de sentirse tristes o enfadadas en algún momento de la gestación. Nueve meses es mucho tiempo y se hacen muy largos. ¿Cómo evitarlo? Es imposible y, además, falible. Una madre puede hacerlo «todo bien» y encontrarse que todo sale mal. No hay garantías. Una madre llega hasta donde llega. Ahora sabemos que algunas de estas respuestas están en el útero, pero debe estar tranquila, eso no significa que todo esté en su mano.



En una investigación, realizada hasta ahora con ratones, se probó que las crías que ingirieron un fitoquímico derivado de vegetales como el brócoli y la col durante el embarazo fueron menos propensos a desarrollar cáncer, incluso cuando fueron expuestos a un cancerígeno. Aunque falta mucho por comprobar, esto indica que en un futuro se podrá prescribir a las mujeres embarazadas un suplemento alimenticio que proteja a sus niños del cáncer. «No es ciencia ficción. Es hacia donde vamos.»